Historia de los sínodos

Desde los primeros momentos de la historia de la Iglesia, la “asamblea” (σύνοδος, synodos) de sus obispos como pastores de los fieles, y en unión con ellos, ha sido un mecanismo de discernimiento tanto de la voluntad de Dios para la Iglesia como del significado del Depósito de la Fe (la verdad salvadora revelada a los apóstoles por el Señor, y encomendada a su cuidado). El “Sínodo” más antiguo se encuentra en el llamado “Concilio de Jerusalén” (cf. Hch 15, 2-35) en el que, bajo la guía del Espíritu Santo, el Colegio Apostólico, con San Pedro y bajo su jefatura, discutió la integración de los creyentes judíos y gentiles en la comunidad cristiana.

Esta primera asamblea de la jerarquía de la Iglesia proporcionó una base bíblica para desarrollos posteriores en los Sínodos, tanto locales como universales. Dado que las Escrituras mismas dan fe de la capacidad de la Iglesia para reunirse en Sínodo con y bajo la primacía de San Pedro, la Iglesia Católica, tanto en Oriente como en Occidente, ha continuado con este medio ungido por el cual podemos invocar al Señor para que nos guíe: “Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20, NAB). Los sucesores más recientes de San Pedro—el Papa San Pablo VI, el Papa San Juan Pablo II, el Papa Benedicto XVI y el Papa Francisco—han celebrado cada uno “Sínodos de Obispos” en los que los obispos, como sucesores de los Apóstoles, en unión con el Papa, han tratado temas de gran importancia para la vida de la Iglesia. A raíz de estas discusiones, los Papas han promulgado sus “Exhortaciones Apostólicas Post-Sinodales”.

Estos documentos didácticos son los decretos autorizados que concluyen el trabajo de cada Sínodo, y en el pasado reciente estas exhortaciones han sido notables tanto por su profundidad como por el efecto que han tenido en una amplia gama de temas como, proclamar el Evangelio (Pablo VI, Evangelii nuntiandi); vida familiar y conyugal (Juan Pablo II, Familiaris consortio; Francisco, Amoris laetitia); la vocación y misión laical en la Iglesia (Juan Pablo II, Christifideles laici); la formación de los sacerdotes (Juan Pablo II, Pastores dabo vobis); la importancia de la Biblia, palabra de Dios, en la Iglesia (Benedicto XVI, Verbum Domini); la Iglesia en África (Benedicto XVI, Africae munus); jóvenes (Francisco, Christus vivit); y más recientemente, la Iglesia en Amazonia (Francisco, Querida Amazonia), por nombrar sólo algunos. Y ahora, una vez más, el Santo Padre ha pedido un “Sínodo de obispos” sobre la cuestión de la “sinodalidad” en sí.